Selva Amazónica Serrana – Tarapoto, Perú.
(Agosto – Septiembre 2018).
Cuánta fortuna se tiene cuando trabajar te deja el corazón lleno y en estado de felicidad! Pues así es trabajar en Ecopsicología. Casi que da pena decir que estamos trabajando, ya que en realidad es un disfrute. El entorno natural de turno nos nutre y llena de belleza, y el despertar del alma de los participantes nos vuelve a despertar a quienes trabajamos así.
En esta ocasión tuvimos el privilegio de haber sido convocados a lo más parecido al jardín del edén que se pueda imaginar. La selva amazónica serrana a orillas del río Cumbaza, en las proximidades de la caótica y amable Tarapoto en Perú. Alojados en el Eco Lodge Chirapa Manta, un paraíso de hermosas construcciones ecológicas creado y cuidado por sus dueños Javier y Claudia, en cada detalle nos hicieron sentir que la selva deja de ser un lugar temible para convertirse en un lugar que no quieres dejar. Cada insecto, araña, serpiente e incluso la hormiga bala es tratada con respeto al momento de alejarlas de la proximidad de los humanos.
La representación peruana de la IES (International Ecopsychology Society), liderada por los Lic. Estuardo Yacolca y Alejandra Small se encuentra sosteniendo y organizando la Formación IES en modalidad intensiva en su país, con el apoyo de las representaciones de Uruguay y Argentina. En esta ocasión se llevó a cabo uno de sus tramos, la Inmersión en la Naturaleza, instancia ecopsicoterapéutica conducida por los Psic. Teresita Domínguez y Ezequiel Álvarez Vega.
Un numeroso grupo internacional con participantes de Perú, Venezuela, México, Colombia, Argentina, Costa Rica y Uruguay trabajó intensamente sobre sí mismo, a fin de prepararse para ser Ecotuners, con la consciencia de que ese certificado conlleva una profunda revisión y transformación personal. Cinco días de exposición a la intensidad de la naturaleza de la selva fueron aliados poderosos para el encuentro con la propia naturaleza interior, a fin de redescubrir vivencialmente que somos naturaleza y así dejar atrás la visión antropocéntrica que hace que podamos expoliar nuestro entorno pensando que no nos afecta.
Estos retiros son siempre diferentes; si bien el objetivo y las temáticas a abordar son las mismas, nunca uno es igual al otro. Esto se debe a que todos los grupos son diferentes, y cada grupo tiene necesidades distintas. Por este motivo, ambos terapeutas apoyados en su vasta experiencia de trabajo clínico pudieron, una vez más permitirse la elasticidad adaptativa a las circunstancias tal como se manifiesta en la naturaleza. Por ejemplo, esta vez participó una familia con una niña de 3 años y otra de 7 meses, ya que la Ecopsicología entiende que en determinadas circunstancias es necesario que el mundo adulto pueda integrar naturalmente la presencia de niños dando apoyo a los padres, tal como sucede de forma similar a la tribal. También la presencia de peruanos con una fuerte impronta indígena tradicional, enfocó nuestro retiro a permitirnos absorber la sabiduría ancestral que ellos son capaces de transmitir. Más allá de estas particularidades, cada Inmersión en la Naturaleza depende del ‘’alma grupal’’ generada por la presencia de cada uno de los integrantes.
Desde esa unión grupal conectamos con la selva, enraizándonos en nuestro olvidado cuerpo, contactando con las fuerzas que nos sostienen, para poder luego permitirnos llegar a áreas profundas donde residen emociones contenidas por las corazas que hemos creado para sostener la vida. Al entrar en contacto con ellas somos luego capaces de elegir cuándo abrirnos y cuándo resguardarnos.
Al ir descubriendo que somos más de lo que mostramos habitualmente, despierta en los participantes la memoria ancestral de quiénes somos realmente. Esta memoria reside enterrada debajo de dinámicas impuestas por la normativa patriarcal que reprime la expresión de nuestra vida instintiva. Ella es fuente y materia prima para la determinación, la auto-afirmación, la finalización de situaciones indeseadas y por supuesto para el disfrute de la vida y del vínculo con los demás. Esta memoria ancestral se vivió en el encuentro con la mirada profunda en la mirada de los otros, donde cada participante pudo ver y verse a sí mismo con otros ojos.
En este punto del retiro cada participante, soltando un poco más de sus rigidizadas armaduras, fue encontrándose con un ser esencial, salvaje y olvidado que se expresó en máscaras creadas con elementos de la naturaleza, experimentando un área del ser que es necesario re-conocer a fin de vivir una vida más plena. Toda movilización fue trabajada ecopsicoterapéuticamente a fin de integrar lo emergente a la consciencia. El grupo ya unido por lo compartido en los días anteriores acompañó y apoyó el «darse cuenta» de cada uno de sus integrantes, cual útero contenedor del nuevo ser que emerge, y así el grupo se fortalece tanto como cada individuo lo haga.
De esta manera cada integrante llegó preparado para la Ceremonia Guaraní de Yerba Mate, que se realizó en la noche en torno al fuego. La pipa sagrada, el mate, el bastón que habla, la danza, el humo, la oscuridad iluminada por las llamas, el círculo de rostros conocidos y ya amados, la contención, la solidaridad en los pequeños gestos, todos son ingredientes que van gestando el fortalecimiento del sentimiento de unidad en un grupo que se conoció 3 días antes, llegado de países distintos y de estilos de vida absolutamente diversos.
Así preparados es que llegó el día programado para realizar la caminata hasta la catarata Huacamaill, la cual conlleva sus riesgos. Caminamos al estilo de los Guaraníes, en silencio y en formación de serpiente, siendo guiados por Javier, gran conocedor del lugar. El grupo fue puesto a prueba en repetidas ocasiones, ya que apenas iniciada la caminata comenzó a tronar. El riesgo más grande fue que caminábamos a la orilla del poderoso río Cumbaza, a esta altura del año (agosto) bastante tranquilo, pero al ser un río de montaña su caudal puede subir rápidamente en caso de lluvia. Ante este riesgo, y haciendo uso de la unión grupal, el uso correcto de las palabras y la fuerza de nuestro deseo, pusimos en marcha lo que jocosamente se dio a llamar «la oficina de rezos» y – ¡oh sorpresa! – la tormenta se alejó. La llegada a la catarata fue un absoluto placer, ya que tres horas de ardua caminata requerían de un baño refrescante en esas vitales aguas. Luego del almuerzo partimos rápidamente, ya que la caminata de vuelta era la misma. En estado de éxtasis y admiración por cada uno de los elementos naturales que teníamos, la bendición de apreciar en nuestro silencio, fuimos llegando al primer cruce del río donde tanta oxitocina se transformó súbitamente en adrenalina: había llovido copiosamente río arriba y el río había crecido y lo seguía haciendo, tanto que a la ida el agua que llegaba a nuestros tobillos ahora llegaba a la rodilla, y en el último cruce a nuestras caderas. Tomados de la mano, los 16 participantes cruzamos el río exitosamente, donde a pesar de tropezones, zapatos perdidos y mojaduras varias, todos llegamos sanos y salvos al otro lado.
Sin duda estos paisajes nos ponen a prueba, y en esas condiciones conocemos aspectos de nosotros mismos que no sospechábamos tener, tanto de los creativos como de los defensivos, lo cual nos brindó una inmensa oportunidad de poder aprender y profundizar en los vínculos a partir de la multitud de situaciones vividas durante ese último y épico cruce.
Con esta experiencia vivida, el retiro llega a su último día donde separarse es doloroso, pero nos permitimos vivir ese momento con la certeza de estar llevando a casa valores y aprendizajes antes desconocidos, para compartir con nuestros seres queridos. Habiendo alcanzado un estado de consciencia alterado sin el uso de ninguna sustancia psicotrópica nos retiramos con cuidado, ya que el mundo aún sigue girando en otra dirección a la que adoptamos momentáneamente en el retiro, y el encuentro con esa realidad suele ser difícil.
Quienes participamos en instancias como estas, sabemos que integrar lo aprendido a la vida cotidiana puede ser complejo, pero también sabemos que nuestra sociedad necesita de esta medicina.
La Ecopsicología es para valientes, pero no solo para los que se arriesgan a encontrarse con la hormiga bala o un río crecido, sino para quienes toman el riesgo de posicionarse de una manera diferente ante la existencia, llevando adelante un bastión necesario si deseamos preservar la vida para nuestras futuras generaciones: la sabiduría más simple, sencilla y de tan obvia casi olvidada de que SOMOS NATURALEZA.
Nos vemos en el próximo retiro.
Ps. Teresita Domínguez.
Directora del Centro de Ecopsicología del Uruguay.
Representante de International Ecopsychology Society.